¡Cómo! ¿Podría pensarse? ¿Un caballero de ilustre armadura decadente y ensimismado en un mundo interior incomprensible para los foráneos? Para algunos ya en el Quijote se dio esa independencia a la palabra y a la cosa recreada por ésta, a lo mostrado y a lo leído…
Mendoza lo hace y nos hemos encontrado todos algo confusos, con un sentimiento de decepción primera cambiado en cuanto hemos leído sin pensar en lo descrito. Ha sido interesantísimo tanto en Tarazona como en Calatayud.
Hemos imaginado las palabras en boca de un gran detective y hemos encontrado una segunda “lectura de la novela”, una gran trama… Así también hemos intuido una crítica mordaz y profunda a una sociedad concreta, quizás aislada, pero existente hoy y ayer. ¿Podemos pensar en un segundo caballero andante?
Tal vez la descripción y los antecedentes del personaje nos han condicionado tanto que no hemos podido dejar volar a la imaginación, si bien es cierto que eso mismo nos permite una vía para mostrar realidades que desde luego no siempre nos son cómodas. La risa las aligera.
