¿Es el humor el gran protagonista de La Aventura del tocador de señoras?
Quizá esa carcajada que nuestra lectura nos provoca esta teñida de algo mordaz... de un saberse reír de situaciones en las que, por cómo son contadas, nos cuesta imaginar.
A ese toque de humor contribuye el lenguaje que Mendoza pone en boca de nuestro personaje. Un lenguaje muy pensado que oculta cosas interesantísimas, vocablos desconocidos, una verdadera aventura... Aventura que choca de lleno con la imagen de su portavoz, y que logra hacernos pensar en él cómo algo más que un pardillo.
No falta ni el apuntador en el apartamento del peluquero-detective. Ficción evidente con intento de asesinato incluido; Revestida de un humor metido en lo más profundo: las palabras.
Los nombres de los personajes, las descripciones de éstos, situaciones imposibles, los nombres de las calles… todo ello provoca la sonrisa. La calle Polvoalegre, Magnolio, el bar de los hermanos Pezuña…
La posibilidad de realidad, en temas como la sociedad, sus estratos sociales, lo paradójico muchas veces de las relaciones entre éstos, la corrupción, la ambición, el nazismo, el machismo… son reflexiones a posteriori rastreables tras la carcajada.
